Quizás nací de una utopía, o tal vez algún ancestro mío se pueda encontrar en alguna parte de aquel jardín peruano cuidado por nuestra Santa Rosa. No sé, quizás no importa, lo concreto es que estoy acá, lleno de vida, de esperanza, con fuerza y alegría, sintiendo que cada vez que se abre mi puerta, se abre también un corazón para recibir.

Y entonces comienzo a reír con cada niño feliz que me recorre jugando y estudiando; con cada joven lleno de esperanza y amistad. Y me subo a la ilusión de que se puede hacer un mundo mejor…

Con cada padre o madre sueño el futuro y vivo el esfuerzo compartido. Con el olor a pan de mi comida sé que alguien dejará (por un momento) de tener hambre. Con la máquina de tejer haciendo ruido sé que alguien va a dejar de tener frío. Cuando escucho la música y el canto sé que le damos pelea a la tristeza.
¡Si! Cada vez que se abre mi puerta, sé que entra “EL AMOR” y si alguien que llega por primera vez siente que un ángel anda cerca, que no se sorprenda, seguro es uno de los tantos que me habitan…

POR TANTOS CORAZONES QUE ME DAN VIDA,
POR TANTAS MANOS QUE ME CUIDAN,
POR TANTAS BENDICIONES RECIBIDAS,
QUIERO DAR GRACIAS A DIOS
Y DECIRLES A TODOS QUE LOS QUIERO.