Quizás nací de una utopía, o tal vez algún ancestro mío se pueda encontrar en alguna parte de aquel jardín peruano cuidado por nuestra Santa Rosa. No sé, quizás no importa, lo concreto es que estoy acá, lleno de vida, de esperanza, con fuerza y alegría, sintiendo que cada vez que se abre mi puerta, se abre también un corazón para recibir.
Y entonces comienzo a reír con cada niño feliz que me recorre jugando y estudiando; con cada joven lleno de esperanza y amistad. Y me subo a la ilusión de que se puede hacer un mundo mejor…